Los celos, son un estado afectivo caracterizado por el miedo y la inseguridad a perder, o bien, ver reducidos los privilegios, el cariño o la atención de alguien querido.

Este miedo puede estar fundado por comparaciones, etiquetas, tiempos diferentes de dedicación, afinidades, simpatías por tipo de temperamento… de los padres hacia los hijos. También, puede deberse a una interpretación distorsionada de la situación.  Dependerá de la valoración del hijo/a de su valía, expectativas y necesidades.

Al niño, en su etapa más egocéntrica, no le es fácil compartir la atención de su madre, ni con el padre ni con el hermano. Claro con el hermano le es más difícil porque es más parecido a él.

Los celos se pueden manifestar de formas diferentes:

  • Búsqueda de más atención, alta sensibilidad (rabietas por frustración, lloros, irritabilidad, miedos…),
  • Desobediencia y agresividad verbal (burlas, comentarios despectivos) y física. Busca la relación con el hermano para chincharle.
  • Bajada en el rendimiento escolar
  • Excesiva obediencia y colaboración con los padres
  • Presencia de regresiones a conductas infantiles ya superadas (pedir que le vistan, que le den de comer, lenguaje infantil…)
  • Puede dar lugar también a manifestaciones orgánicas como: tensión muscular, dolor de estómago, insomnio, mareos, falta de apetito…

¿Qué podemos hacer?

  1. Dar a cada uno su espacio y protagonismo dentro de la familia. Evitando la utilización de etiquetas y comparaciones. Dedicando a cada uno un tiempo por separado, así ofrecemos un trato individualizado, atendiendo las necesidades de cada uno. Esto aumentará su autoconfianza y valía.
  2. Estimular la expresión sincera de sentimientos, no negar emociones cómo los celos, ni reaccionar dando excesiva importancia. Pensar en la frecuencia con que concedemos atención a los hijos cuando se portan mal y no cuando están en calma. Muchas de los conflictos aparecen justamente cuando están los padres, pues están buscando llamar la atención.
  3. Educar en el respeto y equidad en las normas. El grande no ha de sufrir la conducta del pequeño porque «no sabe lo que hace», al pequeño también se le han de poner límites y evitar que moleste al grande por ejemplo cuando hace sus deberes. No se han de dejar todas los juguetes del mayor, habrá objetos o juguetes que sí y otros que no porque aún no sabe usarlos y puede romperlos.
  4. Estimular la autonomía afectiva y reducir dedicaciones excesivas. 
  5. Transmitir a los hijos cariño y amor incondicional, pues este no dependerá de sus capacidades o conducta
  6. Fomentar juegos o tareas que sean cooperativas, momentos en familia.
  7. Que cada miembro de la familia tenga sus obligaciones y hacer un seguimiento para que se llevan a cabo.
  8. Ante conflictos, es mejor mantenerse al margen, no hacer de juez y que ellos resuelvan.
  9. Debemos intervenir ante agresividad física o verbal, cortando la situación y sin tomar partido, separándolos cada uno a una habitación, para que se calmen.
  10. Una vez calmados, enseñarles a resolver conflictos. Escucharles por separado, ayudarles a empatizar y a buscar soluciones. Negociar, pensar posibles soluciones como horarios, turnos, utilizar el azar… Si no son capaces de asumir una solución  tendrán que aceptar de forma la solución de los padres.

La rivalidad y los celos entre hermanos son naturales. No podemos evitar los celos, podemos no fomentarlos y ayudar a que sean menos dolorosos. Por eso hemos de detectar cuándo están implicando mucho malestar e intensidad que además se mantiene en el tiempo.