Educamos con lo que decimos, hacemos, con el amor que nos tenemos a nosotros mismos y a los demás, con nuestro afecto, con nuestros prejuicios, con nuestra expresión de sentimientos. Porque también es educar en el afecto. Esto quiere decir educar en la empatia y el respeto.

Debido a la facilidad al acceso a las nuevas tecnologías, y el dejarlas en manos de infantes, con cada vez menos edad, por ejemplo, 6 años, hay infantes que empiezan a ver escenas de porno sin querer. En estas edades no están preparados para recibir y gestionar este tipo de imágenes. Y si las ha visto uno de nuestros infantes, en breve los demás también lo verán, al querer compartir esas curiosidades.

Por este motivo es cada vez más importante, el empezar a hablar de la sexualidad desde la afectividad en casa desde bien pequeñitos. Partes privadas, reproducción, intimidad, consentimiento, pornografía…

Visualizar este tipo de imágenes de bien pequeños puede llevar a tener conductas sexualizadoras por diversión, proponer o forzar a posturas compañeros como broma y sin consentimiento. Ya que ellos de esta manera procesan lo que han vivido. Sin embargo, esta gestión puede romper el respeto y la intimidad de este tipo de acciones, pues la sexualidad puede empezar a estar mal adquirida y gestionada, sino se acompaña bien desde casa. Con información y transmisión de la ética y valores.

El porno es una realidad que no representa la realidad de las relaciones sexuales, por varios motivos no se ha de aprender sobre sexo mediante el porno:

  • No refleja una comunicación afectiva adecuada, (hablar si te gusta, si no, si quieres seguir..)
  • No se ve, ni se tastea, si hay un consentimiento explícito, ni implícito (no verbal)
  • Los órganos sexuales muchas veces están operados, penes alargados, vaginas con labios externos acortados.
  • Desigualdad: se basa en prácticas que pueden gustar al sexo masculino.
  • Hay mucha pornografía que incluyen violencia, por lo tanto, se pueden generar hábitos sexuales que les lleva a realizar esas prácticas en la realidad, también a habituarse y que cada vez necesitan más estimulación violenta.